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Mayo 2023  

Número 184


Ing. Máximo Gauto Acosta
Lignis S.A.

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EL SECTOR FORESTAL: UN SOCIO ESTRATÉGICO DEL SECTOR AGROEXPORTADOR QUE AÚN NO ESTÁ SENTADO EN LA MESA

La Argentina posee una matriz productiva eminentemente agroindustrial. Esto determina que se consuman altas cantidades de energía en generación de calor de proceso (secado, deshidratación, cocción, etc.). Esta energía es principalmente de origen fósil, lo que representa una serie de riesgos y desafíos crecientes. 
La biomasa como fuente de energía primaria y, principalmente el sector forestal, pueden contribuir de manera decisiva y federal a la solución de esta problemática.

La matriz agroindustrial nacional es diversa en escala, procesos y productos, lo que determina que cada cadena agroalimentaria posea una gran complejidad e impactos sociales, ambientales y económicos diferenciales.
Para poder comprender mejor esto podemos analizar, por ejemplo, la industria de crushing de granos oleaginosos. En las últimas décadas se han afianzado grandes complejos industrializadores que son los que procesan la mayor parte de la producción local. En paralelo, existe un tejido complejo de plantas aceiteras de bajo porte, distribuido a lo largo y ancho de todas las distintas zonas agrícolas. 
Los grandes complejos, normalmente vinculados a empresas transnacionales, son uno de los pilares de la economía nacional, favoreciendo la generación de divisas y el agregado de valor de nuestra producción primaria de cara al mundo. En paralelo, las pequeñas plantas aceiteras constituyen una pieza clave en la integración de la cadena de granos y la producción ganadera (destinada principalmente al mercado nacional). Estas plantas fomentan el desarrollo local, la distribución de la riqueza y el agregado de valor en origen. Integradas a las aceiteras se encuentran plantas de alimentos balanceados, feedlots y otras pymes del sector agroindustrial que forman una red de productos y servicios compleja. 



En ambos casos existe un denominador común: el enorme consumo de energía por unidad producida que poseen en sus procesos, principalmente en el secado de granos previo al procesamiento, y el peso de esta energía en sus costos. Esta afirmación aplica para prácticamente todas las cadenas agroindustriales. 

La magnitud de este planteo se puede ver analizando la matriz energética argentina. En 2021, por ejemplo, nuestro sector industrial consumió 11.5 millones de tep1.  Un 35% de esta energía se consumió en forma de electricidad y 65% de esto fue energía de uso directo en procesos de combustión en planta, principalmente para generar calor. Llamaremos a este grupo, aunque no sea del todo correcto, insumos de uso directo. Esto implica que por cada kWh de electricidad utilizada, se usaron 2 kWh de gas natural, GLP, fuel oil, bagazo o la fuente que estuviera disponible para generar calor. 

Desde el punto de vista de la sustentabilidad, cuando analizamos los insumos energéticos de uso directo identificamos que el 88% de esta energía fue de origen fósil (90% gas natural y el resto combustibles líquidos). El 12% restante fue biomasa, principalmente bagazo de caña y residuos forestales.  

Aquí un dato de color: el gas que consumen las industrias representa el 34% del consumo directo de gas a nivel nacional (industrias, comercio, público y transporte). Este valor es semejante al gas de consumo residencial con dos diferencias: está concentrado en menos actores de mayor tamaño y  posee demanda estable a lo largo del año (a diferencia del gas residencial que posee un pico en invierno). 
Todos los años, la combinación de ambas demandas y la demanda de gas natural para generación de energía eléctrica -que es el uso de mayor dimensión- supera nuestra capacidad de producción nacional, obligando a realizar grandes importaciones de GNL en invierno y a utilizar gasoil para generación de energía eléctrica.

Ahora… ¿Cómo se vincula todo lo expuesto con la bioenergía y el sector forestal en Argentina? Desde el sector de la bioenergía, solemos decir que la biomasa tiene problemas de prensa ya que, si bien constituye una excelente opción para brindar soluciones al sector de la energía, crece muy por debajo de sus posibilidades. La biomasa seca es prácticamente la única fuente de energía renovable que posee costos competitivos frente a todos los insumos energéticos, incluyendo en muchos casos al GN subsidiado. Su principal desventaja es que no posee el mismo confort de uso, ni la misma densidad de energía, lo que cambia su lógica de desarrollo. En respuesta a esto, los países desarrollados han realizado fuertes inversiones en tecnología de procesamiento de biomasa y tecnología de generación de energía, lo que ha permitido una enorme evolución y crecimiento del sector en los últimos 30 años.

Los principales motores de la biomasa son el desarrollo de estrategias de diversificación de la matriz energética y de programas de transición energética hacia fuentes renovables. Hoy es frecuente encontrar fábricas y sistemas de calefacción de distinta escala basados en biomasa moderna en todos los países desarrollados. 

En la Argentina, la incorporación de biomasa seca moderna2 en la industria se encuentra afianzada y creciendo en las regiones forestales, como es el caso de la industria de la yerba mate o el té, sustituyendo el uso de leña de bosque nativo. En la industria cañera, manicera y, en menor medida, la industria del crushing, hay muchos casos de uso de residuos industriales biomásicos como fuente de energía interna de proceso, mayormente en sistemas de cogeneración.

Sin embargo, este proceso no se ha dado en la mayoría de las regiones. La industria históricamente ha priorizado el uso de gas natural (subsidiado). Es interesante destacar que, aún siendo muy competitiva en costos, la biomasa no ha sido seleccionada ni priorizada frente al uso de GLP y Fuel Oil en aquellas zonas donde no hay disponibilidad de gas natural. Esto en parte se explica porque la leña de uso tradicional ha sido la biomasa de referencia y, en parte, por la existencia de mejores propuestas de servicio por parte de los otros insumos energéticos. Sin embargo, en todos los casos donde existió un actor local promoviendo el desarrollo de proyectos de biomasa moderna, la misma inició su proceso de crecimiento, lo que indica que la existencia de este rol es un factor clave para la actividad.

En el caso del sector forestal, la producción de biomasa tiene algunos componentes muy interesantes, que le dan ventaja frente al sector agrícola como productor de biomasa. 

Los cuatro componentes más relevantes son, que la actividad forestal primaria permite: a) aprovechar para el desarrollo de biomasa sitios marginales para producción agrícola (no competencia con alimentos); b) complementarse productivamente con la actividad ganadera de cría e invernada (sistemas silvopastoriles); c) desarrollar cadenas de valor foresto-industriales poniendo en valor  residuos y subproductos que éstas generen, lo que genera núcleos productivos estables y diversificados y d) desarrollar biomasa para energía en prácticamente todo el territorio nacional.
A pesar de todo lo expuesto, por distintas cuestiones que incluyen tanto factores culturales, como falta de información y la preeminencia de visiones del paradigma energético vigente, nuestro futuro energético parece tener como única respuesta el gas natural no convencional.

Sin embargo, hay dos factores que abren un nuevo escenario de discusión. Las presiones internacionales por reducir la huella de carbono productiva de la agroindustria, fundamentalmente en aquellas empresas que reportan en Europa, ponen en jaque a nuestro esquema agroindustrial basado en gas. En paralelo, están en discusión la inclusión de impuestos a las emisiones en el escenario 2030-2040. Todo este proceso puede acelerarse rápidamente si continúan ocurriendo eventos climáticos extremos que incrementen la licencia social para imponer este tipo de normas. 
En este contexto, la Argentina es un país lejano y extenso, con mucho transporte interno en camiones y con una matriz de generación eléctrica basada en combustibles fósiles. 



La buena noticia es que la actividad forestal tiene mucho para aportar a solucionar este problema. Claramente deben repensarse desde las políticas públicas de fomento, la estrategia forestal nacional y, en el sector privado se deben realizar cambios relevantes,aggiornar tecnologías y procesos, mejorar logística y servicios.  Este proceso puede ordenarse de manera sencilla acotando industrias objetivo, sectores y con una planificación ordenada.

Inicialmente,  hay cuatro cadenas industriales que deberían estar en el proceso: industrialización de cereales y oleaginosas, la industria de la carne (frigoríficos), la industria láctea y sus industrias anexas (alimentos balanceados y curtiembres).  Estas cuatro industrias poseen casos de éxito en el país utilizando biomasa y son consumidores relevantes de energía térmica. Estos sectores pueden incluirse en un proceso ordenado de migración, desde combustibles fósiles hacia biomasa seca, sin afectar su rentabilidad y, en muchos casos, mejorándola.  

Este proceso, relativamente sencillo de implementar y repetible, nos permitiría cumplir con buena parte de nuestros compromisos de reducción de emisiones, sustituir importaciones de energía  (pérdida de divisas) y disponer de saldos exportables de gas natural en verano (invierno europeo) sin realizar inversiones en exploración adicionales.  En paralelo, la Argentina podría volver energéticamente sustentables sus principales cadenas agroindustriales de referencia.

No es un dato menor que la mayor parte de generación de calor en estas cadenas se realiza con calderas de baja presión y secadoras de origen nacional, por lo que no existe un salto tecnológico relevante y  tampoco en inversión de capital.

En el mediano plazo, es posible que la planificación y promoción de desarrollo forestal de nuevas cuencas deba orientarse incluyendo la biomasa como destino de sus subproductos. 

Existe biomasa disponible en nuestro país en muchos lugares donde no existe infraestructura de provisión de gas natural. En estos casos se debe trabajar para la inclusión de sistemas que la aprovechen y mejorar la tecnología de procesamiento de la misma. En otros casos, posiblemente habrá que desarrollar biomasa y pensar nuevas cuencas integradas con otras foresto industrias que hagan sentido en el territorio (fabricación de muebles, viviendas, pallets, cajonería, etc.).

Como ejes de reflexión podemos decir que:
>    Es posible y rentable fomentar paquetes tecnológicos de aprovechamiento de biomasa a nivel industrial, lo que incrementa la competitividad de zonas que hoy no tienen disponibilidad de GN, federalizando el acceso a la energía.
>    Toda la tecnología involucrada en el proceso, así como la materia prima, es de origen nacional y permite sustituir insumos importados. 
>    El 60% del costo de generación de biomasa es sustituir el uso de combustibles fósiles que mejora la sustentabilidad industrial en las economías regionales, permite productos carbono neutro y aporta a los objetivos nacionales de reducción de emisiones.
>    Eliminar el consumo de GN permite reducir importaciones en invierno de gas licuado y disponer de saldo exportable de GN para el verano en contraestación con el consumo de Europa y China.
>    Hoy se está quemando buena parte de los residuos de aprovechamiento forestal, lo que genera serios problemas en el sector y pasivos en su entorno.

La biomasa moderna para energía, integrada de manera ordenada en nuestra matriz productiva, propone la posibilidad de una agroindustria energéticamente sustentable, carbono neutral y aún más federal. 
El sector forestal puede convertirse en una pieza clave para acelerar este proceso, pero esto solo ocurrirá si los actores clave empiezan a tomar cartas en el asunto.


1 toneladas equivalentes de petróleo. Equivale a 11.6 MWh
2 (pellets y chips aprovechados en sistemas de combustión de alta eficiencia)