BIOECONOMÍA LA OPORTUNIDAD QUE DEBE APROVECHAR EL MAÍZ
En la última década, la producción maicera en la Argentina más que se duplicó. Sin embargo, la mayor parte de ese incremento se destinó a exportación de grano. A diferencia de Estados Unidos y Brasil, la Argentina envía al exterior el 75% del maíz sin transformar. Dimensionar la potencia bioeconómica que encierra este cultivo y ponerla a jugar a favor del desarrollo del país será el eje del Congreso Maizar 2023.
Los cambios que se están registrando en el mundo ofrecen grandes oportunidades a países agroindustriales como la Argentina para desarrollarse a partir de la generación y transformación de la biomasa en múltiples productos sustentables.
Producir lo suficiente para alimentar a una población que crece, que aumenta su ingreso per cápita y demanda cada vez más y mejores alimentos, en un contexto de preocupación por el cambio climático, impulsa una mayor utilización de productos y servicios biobasados.
Gracias a sus extraordinarias condiciones agroecológicas, y a las ventajas comparativas y competitivas de su agroindustria, la Argentina está dotada de cuencas de enorme eficiencia fotosintética en vastas zonas de su territorio, con una gran cantidad de biomasa y una amplia biodiversidad aptas para su aprovechamiento, involucrando a miles de productores y a industrias creadoras de empleo que generan una importantísima contribución al PBI y a las exportaciones. Se trata de generar sistemas productivos sustentables, con una de las más bajas huellas ambientales del mundo.
Es enorme la oportunidad que tenemos hoy los argentinos para desarrollar nuevos negocios y crecer a partir de la gestión de la fotosíntesis y la transformación de materias primas en múltiples productos sostenibles.
La transformación en origen, con baja huella ambiental, le ofrece a nuestro país inmensas oportunidades para atraer inversiones. También le brinda la posibilidad de generar empleo y desarrollo federal para reinsertarse en los mercados internacionales que demandan hacerle frente al cambio climático, en el marco de los compromisos asumidos por Argentina en el Acuerdo de París (reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en cerca de un 40% para 2030). El agregado de valor en origen favorece el desarrollo social y económico de las regiones, genera empleo y arraigo en el interior productivo, y puede contrarrestar la elevada incidencia del flete, no solo sobre el precio sino también sobre la huella ambiental.
De acuerdo al INDEC, el complejo maicero es el segundo mayor generador de divisas por exportaciones. Con los estímulos adecuados, esta cadena podría tener un crecimiento exponencial y crear desarrollo federal, porque la transformación del maíz tiene sentido económico, ambiental y social si se produce al lado del lote, de modo de no agregar más huella ambiental.
Multiplicar valor y exportar más
Según datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), la producción maicera en la Argentina más que se duplicó en la última década: creció de 27 millones de toneladas en la campaña 2012/13 a 55 millones de toneladas en la de 2021/22. Sin embargo, la mayor parte de ese incremento se destinó a exportaciones en grano hacia más de cien países que lo requieren para abastecer sus industrias de transformación.
Nuestro país exporta un 75% del maíz que produce sin transformar, en contraste con el 83% y el 63% que Estados Unidos y Brasil convierten, respectivamente, en productos de más valor. Si bien este año se espera que el porcentaje transformado de maíz en la Argentina sea mayor, se deberá lamentablemente a la caída de la producción total y las exportaciones que causó la sequía histórica y desoladora que atravesó el país de lado a lado.
La Argentina debe aprovechar la posibilidad de utilizar el maíz para hacer crecer sus producciones locales de carne vacuna, porcina y aviar; de huevos, leche, alimentos balanceados, molienda húmeda y seca, bioetanol y biogás. Además, las perspectivas para producir bioplásticos a partir de maíz son excelentes.
Si la idea del maíz se reduce a unas plantas que están en el campo, algo no estamos haciendo bien. El maíz está en los cereales del desayuno, los pochoclos, los tacos, la sémola, la polenta y el locro. Está en la carne vacuna, la de cerdo, el pollo, la leche y los huevos. Se encuentra presente en múltiples ingredientes alimentarios tales como bebidas alcohólicas, refrescos, caramelos, chicles, sopas, aderezos y edulcorantes. Está en la industria química, la farmacéutica y la cosmética, en el alcohol, las naftas, pegamentos, cerámicas, papeles, pinturas, textiles, neumáticos y bioplásticos. Más de 600 productos contienen hoy maíz y sus usos se siguen descubriendo. Hasta sus residuos se emplean, por ejemplo, para generar bioenergía.
De acuerdo con la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación (SAGyP), en 2022 se consumieron internamente alrededor de 19,4 millones de toneladas de maíz (Mt) en la Argentina. Se trata de un sector que generó exportaciones por 5.838 millones de dólares. Según las proyecciones a diez años de producción, consumo y exportaciones de los distintos sectores realizadas por la Bolsa de Comercio de Rosario, el consumo interno de maíz podría situarse en 33,3 Mt en 2033, casi 14 Mt más que en la actualidad. Y las exportaciones de los productos que utilizan maíz como insumo podría elevarse por lo menos hasta los 13.700 millones de dólares.
Baja huella ambiental
Las cadenas agrobioindustriales constituyen un motor de desarrollo desde cualquier perspectiva: económica, social, tecnológica, de sustentabilidad ambiental y de las comunidades contiguas. La eficiencia fotosintética de nuestros sistemas productivos, más eficaces en el uso del agua y la captura de carbono, hace hoy una gran diferencia en un mundo que pone, cada día más, el foco en las huellas ambientales.
Además, en el caso del maíz y el sorgo, son plantas de carbono 4, todavía más eficientes fotosintéticamente que la mayoría de las plantas, que son carbono 3. Por ello constituyen una herramienta clave “para solucionar el problema de volver a llevar al suelo el carbono que la humanidad está liberando a la atmósfera a través de los combustibles fósiles”.
En este sentido, nuestros cultivos se encuentran en un lugar excepcional a nivel mundial, como lo demostró nuestro bioetanol de maíz, cuya huella es 72% inferior a la de la nafta europea. Y existen otros trabajos en el mismo camino, como el que presentó recientemente el Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA).
Producimos lo que el mundo necesita y de una manera mucho más sostenible que los países competidores. Hace tres décadas utilizamos la siembra directa (SD), mientras que el 80% de la agricultura en el mundo todavía se desarrolla arando. No remover la tierra para sembrar implica reducir un 60% el consumo de combustibles fósiles, tener un 96% menos de erosión por vientos o lluvias, reducir un 70% la evapotranspiración y alcanzar una de las mejores huellas hídricas del planeta. Sin embargo, a la hora de comercializar, éste es un valor que aún no hemos logrado capturar.
Las commodities tienen el mismo precio en el mercado mundial, sin importar la sostenibilidad de su sistema de producción. Según un estudio de IBM realizado en 20 países, 80% de los consumidores están dispuestos a pagar hasta un 35% por un producto que cuida el ambiente. Por lo tanto, resulta imperioso que empecemos a certificar el modelo productivo argentino.
Certificar la sostenibilidad ambiental
Con este objetivo, le hemos solicitado al equipo del INTA y del INTI, liderado por Rodolfo Bongiovanni, desarrollar un trabajo que nos permita demostrar y certificar, según estándares internacionales, que podemos abastecer al mundo de maíz y de los productos de su transformación de manera mucho más sostenible que otros países. La idea es, en una primera etapa, poder determinar la huella de carbono del maíz argentino en el campo y en el puerto de exportación e identificar los puntos de mejora.
Como muchas empresas e instituciones vienen trabajando en este tema, en esta primera etapa, se comenzaría recopilando los datos e información existentes, para no duplicar trabajos ya hechos. En una etapa posterior, se podría avanzar con la certificación de la huella de algunos productos de primera transformación.
Resulta absurdo que, en un país como la Argentina, con un gran potencial bioeconómico para producir los bienes y servicios sostenibles que el mundo demanda, haya más de un 40% de ciudadanos debajo de la línea de pobreza, sin poder cubrir sus necesidades básicas. Esta triste realidad nos obliga a aprovechar al máximo estas potencialidades y consensuar la ruta hacia un desarrollo más sostenible e inclusivo.
Por su vínculo con el ambiente y los recursos naturales, sus efectos multiplicadores en la producción y el empleo, su extensión territorial y su impacto social, entendemos que la bioindustria tiene un papel trascendental en este camino.
En este sentido, debemos trabajar fuertemente durante este año de elecciones presidenciales para que se debatan proyectos y planes para el desarrollo del país, y que se anticipen medidas y equipos para salir de la decadencia y el estancamiento de las últimas décadas.
Congreso MAIZAR 2023: “Cocreando la Bioeconomía”
El Congreso Maizar 2023 llega en el contexto de oportunidades referido y, a la vez, en un año económico y socialmente muy complejo. También llega en medio de la mayor adversidad climática que haya visto el país en varias décadas. Por la sequía que castigó al país como poco antes se ha visto, hoy se estima que la producción de maíz caerá 35%, y la de sorgo, 17%, y el partido todavía no se terminó de jugar.
Sin embargo, como siempre, no vamos a centrarnos en el recuento de daños, sino en capitalizar la experiencia. Ya desde antes de que el clima se ensañara, en esta edición del Congreso MAIZAR queríamos hacer hincapié en el concepto de bioeconomía, mostrar ese complejo entramado que genera bienes y servicios diversos, con epicentro en los cultivos de maíz y sorgo en este caso. Y enfatizar que la bioeconomía nunca es algo dado: es biomasa más conocimiento, un conocimiento cada vez más sofisticado, que requiere de múltiples actores y una construcción interactiva entre individuos, instituciones (empresarias, legales, académicas, financieras y diplomáticas) e infraestructura (energía, transporte, logística, riego y seguros). El impacto económico que tendrá la sequía para el país pone todavía más en evidencia esta interdependencia: lo que cada eslabón tiene para mejorar y la necesidad de articularlo en un plan consensuado.
Es por eso que el lema de nuestro 17° encuentro anual será “Cocreando la Bioeconomía”. Hemos convocado a especialistas de excelencia del país y del exterior para pensar juntos el valor potencial de la cadena del maíz y el sorgo desde la geopolítica, el acceso a mercados, la logística, la nutrición de cultivos, la genética y la huella ambiental. También para pensar su valor potencial desde el financiamiento, el riego, los seguros, las tecnologías, los productos biológicos, la agricultura digital, los casos de éxito, y sumando la visión de los jóvenes acerca de estos temas. Hemos invitado además a políticos relevantes, porque más allá de las personas, queremos conocer e incidir en los planes.
Los esperamos para que se sumen a esta creación conjunta de una economía rica e inclusiva en torno del maíz y el sorgo, el próximo 31 de mayo en el Goldencenter de la Ciudad de Buenos Aires.